El factor de crecimiento IGF-I es reconocido por su capacidad para promover el crecimiento muscular y el desarrollo de tejidos magros en músculos y ligamentos. Además, actúa favoreciendo la quema de grasa al llegar a las células adiposas, lo que contribuye a aumentar la masa corporal magra, disminuir la grasa y mejorar la resistencia física. Producido mediante biofermentación a partir de bacterias, su estructura molecular y actividad biológica son iguales al IGF-I generado naturalmente por el cuerpo humano. Este factor también estimula la síntesis de proteínas, acelerando la reparación de tejidos y favoreciendo la recuperación de la piel tras procedimientos estéticos. A nivel dérmico, el IGF-I ayuda a restaurar el perfil de fosfolípidos de la piel y tiene un efecto sinérgico con el EGF en la regeneración cutánea. Asimismo, incrementa la síntesis de ácido hialurónico y proteoglicanos de sulfato de condroitina por los fibroblastos, lo que lo convierte en un componente clave para mantener una piel sana y regenerada.